lunes, 12 de septiembre de 2011

Esta vida fugaz que me llena de muerte en cada caminar,
Esta vida compleja que me invita a descifrarme y reinventarme en cada amanecer,
No entiendo nada, no hay nada que entender,
Solo tiempo, no hay mas, yo nunca estuve aquí y siempre estaré.

Inquieto suelto el celular, no me ha contestado, llevo horas tratando de encontrarle, quedamos de ir a una fiesta hoy y… no, no es eso, es este presentimiento que tengo, ¿ porque no contestas?, le vuelvo a llamar,… no hay nadie el otro lado.
Estoy fuera de su departamento en la Condesa, me inquieta su estado emocional de los últimos meses, ayer que hable con él estaba muy triste, hablo de cortar su vida, me conmovió cuando decía que últimamente los días son insípidos, una mezcla de días normales y días muy malos lo asechaban, hablamos por más de media hora y no supe que decir, solo quedamos de salir hoy, pensé que le vendría bien despejarse un poco, eso fue todo, estoy muy inquieto.
Me paro frente a la caseta de vigilancia, el portero me pregunta a quien vengo a visitar, le explico de mi amigo, me dice que no lo ha visto salir ni entrar, me deja pasar a tocar a su puerta.
Al entrar por el garaje veo los autos lujosos de todos los colonos y justo en su lugar para estacionarse veo su auto. Mi inquietud sube más aún, corro por las escaleras hasta llegar a su puerta, donde se alcanza a escuchar música. Toco con desesperación y nadie me responde, solo hay música.
Llamo de inmediato a otros amigos, les explico la escena y les pido venir enseguida, con voz nerviosa me dicen que salen en ese momento. Al colgar caigo ante una crisis de nervios, maldita música que pare!. Trato de entrar en razón, le pregunto al portero si tiene llaves, me dice espantado que no. Me detengo a pensar, no encuentro otra opción, debo ir por un cerrajero. El portero me indica a donde ir, sigo las instrucciones sin dudar un segundo, llego al lugar indicado y toco el timbre, la puerta se abre, el me ve y reconoce mi urgencia al grado de que se le hace familiar, de inmediato me acompaña.
De regreso al pasillo del departamento el cerrajero se para frente a la puerta logrando sin mayor esfuerzo abrirla, me adentro con terror y solo veo una computadora prendida de la cual hay música, camino más y lo veo, su cuerpo esta colgado del loft, el me da la espalda, vestía jeans, descalzo y desnudo de arriba.
Caigo en shock y salgo corriendo del apartamento, en ese momento el elevador se abre, dentro de el veo que mis amigos han llegado, de mi boca explota la presión y les digo directamente: el se ha matado!.
Veo sus rostros palidecer de inmediato, nos damos un abrazo lleno de tensión, nadie puede creer lo que esta sucediendo. Después de unos minutos el cerrajero se nos acercan, nos dice que el tiene experiencia en suicidios, en este barrio es común, nos dice que debemos llamar al ministerio público y lo hacemos, en la espera nadie quiere entrar a ese lugar, nadie habla.
Después de 35 minutos llegan los peritos, nos piden no entrar, sacan fotografías del lugar incesablemente hasta que de repente las luces paran, sale uno de ellos, nos dice que es tiempo de bajarlo y nos pide nuestra ayuda, la sangre se viene a mi cabeza.
De su cuerpo cuelga una sabana, nos piden abrazarlo de las piernas y espalda mientras ellos cortan el cinturón Gucci café con el que se ahorco, nos avisan que lo harán ahora y lo cortan, su cuerpo se hace muy pesado, lo dejamos sobre un sillón de piel de su apartamento.
Lo agarro de la mano y lo acaricio, no entiendo nada, ¿Por qué ha sucedido esto?, ¿Por qué lo has hecho?, justo hemos platicado ayer, justo ayer, y sigo acariciando su mano fría.
Ha llegado la camilla, lo subimos a ella, nos piden acompañarlos a rendir declaración, todos evidentemente aceptamos.
Al regresar a mi hogar del ministerio me percato de la hora, son las cinco de la mañana, al entrar rompo en llanto de inmediato, quiero reprocharle tantas cosas, porque de su decisión, porque partir así, porque no luchar, que no ves que me harás falta, me siento solo, me recuesto sobre mi cama y abrazo una almohada, berreo con un niño.
Las horas han pasado, ha amanecido, sigo en vela, esa imagen, recuerdo su espalda blanca al entrar, la música, cargar su cuerpo, su mano. Pienso aún más, no puedo reprocharle nada, no soy nadie para hacerlo, no puedo juzgarle, fue dueño de su vida hasta el fin, fue dueño de su felicidad y fue dueño de su tristeza, especialmente la de los últimos meses. Sigo abrazando esa almohada, estoy fuera de mí, y solo pienso que me hará falta.
Pasa una semana de su partida, me entero que en su cuerpo encontraron alcohol y antidepresivos, comienzo a extrañar su presencia y sus bromas, su presencia y las charlas, su presencia y salir juntos, su presencia y su ser…, pienso que estará mejor, encontró la salida a su tristeza, y yo estoy aquí recordando aquel día que me marco, y recordándolo a él, a todo él.